miércoles, 24 de junio de 2020

La huella del mal de Manuel Ríos



LA HUELLA DEL MAL. MANUEL RÍOS SAN MARTÍN. Editorial Planeta. 2019.

Buenos miércoles.

En este día caluroso del recién estrenado verano y de la nueva Anormalidad, la reseña de hoy es de novela negra.

Se desarrolla en Burgos, en un pueblo ficticio llamado Niebla cerca del cual se encuentra el yacimiento de Atapuerca.

Los protagonistas son los inspectores Rodrigo y Silvia, junto con el expolicía y ahora asesor Daniel. Estos se trasladan desde Madrid para la investigación del asesinato de Eva Santos, una joven que ha aparecido muerta en el CAREX, el centro de interpretación del yacimiento.

El cadáver se ha descubierto en una posición y condiciones que recuerdan a un ritual, como el que llevaban a cabo nuestros antepasados prehistóricos. Además, se parece mucho a otro caso que investigaron en la cueva de El Sidrón (Asturias), seis años antes la inspectora y el entonces inspector Daniel.

Conforme avanzan las pesquisas, surgen todo tipo de sospechosos, tanto pertenecientes a la familia de la víctima como estudiantes y trabajadores de la excavación. Incluso se piensa en el hombre que creyeron como culpable del crimen de Asturias, del que no se volvió a saber más.

Poco a poco, con ayuda de las nuevas tecnologías, del conocimiento paleoantropológico del director del yacimiento y otros miembros de las excavaciones y de los contactos con personas de los alrededores, conseguirán descifrar qué escondía la víctima y quién acabó con su vida.

Una novela bien documentada, con datos antropológicos y psicológicos muy interesantes. Pero con una historia que a mi parecer se enreda en exceso para salir medio airosa con el final.

En mi opinión, el ritmo es bastante lento. Aunque los datos científicos que aporta no se hacen pesados, la velocidad en la trama se hace lenta por estos paréntesis. 

Se inmiscuye a personajes que luego, por falta de una función interesante o importante en el caso, tienen que acabar haciendo algo inverosímil y un poco cogido por pinzas, como para salir del paso.

El final, aunque no esperado también me parece como muy desesperado y muy acelerado, para cerrar la novela porque hay que ponerle un fin.

No sé. Creo que es una novela que te abre muchas expectativas al principio, te enreda creyendo que el culpable es alguien excepcional y sin embargo, al final se disipa como la Coca-Cola. Te deja indiferente, o por lo menos a mí.

En definitiva, creí que la lectura iba a ser más amena y que tendría un ritmo trepidante o al menos con una velocidad moderada. Pero no, es excesivamente pausado y al final cansa un poco. Y es que te vas arrastrando hasta el final pensando que encontrarás una explosión y resulta que el petardo está mojado.

No quiere decir que sea una novela mala, pero a mí me ha decepcionado y no ha sido nada del otro mundo. El autor ha querido crear una vuelta de tuerca que se le ha atascado y ha desatascado de malas maneras.

Después de tantas metáforas y símiles, no quiero acabar sin recomendársela a los amantes de novela negra, que tras leerla puedan tener una opinión diferente de la mía y la vean como un libro excelente.

Para gustos los colores.

Un saludo.



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