jueves, 7 de junio de 2018

Cuatro mendrugos de pan de Magda Hollander-Lafon




CUATRO MENDRUGOS DE PAN. MAGDA HOLLANDER-LAFON. Editorial Periférica. 2017.

Esta semana adelanto la reseña porque el libro que he leído tenía pocas páginas, pero sobre todo porque se lee con mucho interés y las páginas se pasan volando.

Vuelvo, como dije en su momento, con otra historia del Holocausto. En este caso no es tan cruda porque no ahonda mucho en las vivencias aunque también muestra el hambre, la sed, el frío, la barbaridad, la humillación... en pocas palabras.

El estilo narrativo tiene flashbacks y retazos de recuerdos que se mezclan con fragmentos casi líricos en los que la autora va desempolvando recuerdos perdidos en su memoria.

En todo momento no se deja de recalcar la particularidad de la deportación de los judíos húngaros, que fue demasiado rápida y numerosa: 437.403 personas en unos dos o tres meses en 1944.

Los puntos importantes que he encontrado en la narración los he designado como tales por la similitud que tienen con aspectos que se trataban en el libro reseñado hace unas dos semanas: La bailarina de Auschwitz, escrito también por una judía húngara.

En primer lugar, en los dos libros nos hablan de la muerte. La muerte como algo evidente, unido al día a día en el campo y a la que las dos protagonistas no le tienen miedo porque viven rodeadas de ella.

Otro tema importante es el de la mente como reducto al que no pueden acceder sus verdugos. Como le decía la madre de Edith Eger "nadie puede quitarte lo que tienes en tu mente."

La comida es otro aspecto a tratar. Las dos inciden en su importancia, tanto que era necesario estar muy atento porque podían robarte el pan, también se narra el deseo con que se esperaba la sopa sucia que les servían y como se les abrían los ojos ante una monda de patata.

Un aspecto más anecdótico y que seguramente no tenga nada que ver es que las dos supervivientes nunca fueron tatuadas. Magda Hollander-Lafon señala que puede que eso contribuyera a su supervivencia.

Otros hechos menos frecuentes fueron los de ciertos favores o guiños que algunos guardias les hicieron y que salvaron sus vidas.

Otro detalle que coincide en los dos libros es el de la importancia de la fuerza interior y el sacrificio que hicieron. Las penurias y horrores que sufrieron las convirtieron en personas fuertes que pueden combatir cualquier adversidad por grande que sea. Este argumento es muy utilizado por las dos protagonistas según ellas, cuando su ánimo decae.

Por otra parte, las dos mujeres nos cuentan cómo a lo largo de su vida después de su malvivir en los campos de concentración y teniendo ya una vida normal han intentado siempre disfrazarse o aparentar lo que no eran para camuflarse entre los demás. Para que no descubriesen su condición de víctimas del Holocausto y así no les preguntasen.

Pero lo que más me sorprende de estos libros es la idea que tienen las dos señoras sobre recibir el perdón de los demás por estar vivas. Hablan de no entender cómo están vivas, de por qué fueron ellas las agraciadas de seguir con vida y no otros miembros de su familia. Por eso, creen que necesitan ser perdonadas por vivir, como si no fueran dignas de ello.

En todo caso, las dos describen su proceso de evolución, de conocerse a sí mismas, encontrar su camino y aceptar quiénes son y cómo son.

Sin embargo, no hay duda de que la enseñanza más relevante es la del perdón y el amor. El perdón a sus verdugos, a todos los que intervinieron en este genocidio, porque según ellas el odio envenena y no ganas nada con él. Pero el perdón y el amor les concede la paz consigo mismas y con el mundo. Les ayuda a seguir viviendo fraternalmente y a su vez, a querer ellas mismas ayudar a los demás. Magda estudiando psicología infantil y Edith psicología clínica.

Es necesario añadir que también existen diferencias entre ellas. Lo que le dota a cada libro de su particularidad y nos da a entender que aunque las circunstancias fueron las mismas, cada persona lo vivió a su manera, las perspectivas de la muerte o la vida eran diferentes y muchas de estas creencias fueron las que contribuyeron a la supervivencia o al perecimiento.

Tenemos por ejemplo, el concepto del vínculo. Mientras que Magda nos habla de un instinto de supervivencia caracterizado por la individualidad y la falta de vínculos, que creía que creaban desperanza (se pregunta incluso si hubiese sobrevivido de haber estado con su hermana o su madre que fueron enviadas a las cámaras de gas), Edith permanece al lado de su hermana mayor durante todo su periplo en Auschwitz y a veces, ambas arriesgan su vida para salvar la de la otra.

Otro dato curioso es el que hace referencia a los pies de Magda. Cree que sus pies tienen un papel crucial en su supervivencia (tanto que habla con ellos y se concentra para no sentir dolor en ellos) porque son los que mantienen su cuerpo en pie, lo que significa a ojos de los guardias que no está enferma. Sin embargo, Edith no especifica nada que hiciese para remitir el dolor o alguna parte importante de su cuerpo.

En cuanto a la comida, también se encuentran diferencias aparte de las semejanzas señaladas. Y es que Magda intentaba no pensar en la comida, sobre todo en aquella que comían antes de ser deportadas, porque era una tortura. Pero Edith habla muchas veces con sus compañeras de barracón de grandes banquetes, de platos deliciosos que les preparaban sus madres, porque según ella, les daba fuerzas para seguir luchando y les daba ánimos al creer que después de que todo acabase podrían volver a comerlos.

Y hasta aquí mi comparación de los dos libros.

He querido hacerlo así para que se entiendan en conjunto las características de la supervivencia en los campos de concentración y la posterior recuperación de las víctimas para seguir adelante sin anclarse al pasado.

En el caso de Magda, le ha costado mucho rescatar de su memoria los recuerdos de tan terribles momentos, por eso el libro es un compendio de fragmentos que incluyen recuerdos salteados, pero también consejos y enseñanzas que provienen de todo lo que ha aprendido la autora en su vida después de su sufrimiento.

Como decía al principio, mezcla la narrativa y la lírica, porque algunas reflexiones contienen un lenguaje con muchas metáforas y otros recursos literarios.

Es por tanto, un libro peculiar, unas memorias que no se reducen al mero relato y descripción, sino también a la reflexión, y en las que a través del lenguaje se crean fragmentos poéticos que nos dan un respiro de tanta maldad.

Sencillo y a la vez muy elaborado si profundizamos en sus líneas.

Recomendado a los interesados en el Holocausto, pero también para los que gozan con la sensibilidad, con las reflexiones sobre el desarrollo emocional y el afán de superación y ayuda a otros.

Un saludo

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