viernes, 9 de noviembre de 2018

Memorias del Ártico de James Houston


MEMORIAS DEL ÁRTICO: MI VIDA CON LOS INUIT. JAMES HOUSTON. 
Alba Editorial. 2000.


Hola, amigos/as.

Vuelvo por aquí después de más días de los que suelo emplear en leer un libro. Pero es que he estado liada con mil cosas, entre ellas un amigurumi, con el cual sigo, por cierto. Después de esta lectura me tengo que poner con otra que es lectura conjunta y la verdad, no me dan las horas para más.

Pero dejando a un lado vicisitudes que no vienen al caso, este libro me trae buenos recuerdos. Y os preguntaréis por qué. Me explico: si me trae buenos recuerdos es que ya he tenido relación con él en otro momento. Efectivamente. Es la segunda vez que lo leo, aunque esta vez por hobby y no por obligaciones académicas. 

Los buenos recuerdos me vienen porque fue un libro que leí para hacer un trabajo de Bases antropológicas de la personalidad mientras estudiaba Psicología en la universidad. De ahí que me recuerde a esos tiempos de jolgorio y pocas preocupaciones.

Una tarde de este octubre se me vino a la mente ese momento y a su vez, recordé esta lectura, y, aun tratándose de más o menos una imposición externa, lo cierto es que me encantó. Es verdad que yo misma lo elegí para el trabajo, pues las restricciones para elegir un libro y exponerlo no eran muchas.

Así que decidí embarcarme de nuevo en esta aventura y me he atrevido incluso a releer partes de aquel trabajo que realicé con la expectativa de aprobar.

Este libro puede considerarse como una especie de etnografía, es decir, una narración en la cual se exponen la cultura y costumbres de los inuit (que significa "pueblo"). Y es que, a pesar de no ser un antropólogo en sentido estricto y de centrarse en el arte, el autor ha intentado señalar todos los rasgos significativos de la cultura inuit: costumbres, lenguaje, organización social, medios de subsistencia, ideología… 

A lo largo de sus páginas, encontraremos descripciones de los paisajes del Ártico, donde se alcanzan temperaturas de treinta o cuarenta grados bajo cero. O los animales que pululan por sus tierras como los gansos de nieve; las morsas, a las cuales llaman aivait; caribúes; perdices nivales; truchas; gaviotas; osos; focas; perros… 

Acerca de los inuit como pueblo, su organización económica y familiar es muy simple, puesto que sus campamentos están compuestos por familias nómadas de cazadores, que se mueven con los animales, es decir, según emigran los animales, así harán los inuit para estar provistos de recursos alimentarios. Los materiales principales utilizados tanto para ropa como para las tiendas son diversas pieles: de foca, de oso y de caribú. 

Es significativo el hecho de que en estas tierras existiera la Compañía de la bahía de Hudson o la de Baffin, que como órgano representante del gobierno canadiense se encargaba de fomentar el comercio y de garantizar la supervivencia de los integrantes de estas comunidades. Además, una asignación familiar concedida por el gobierno de Canadá ayudaba a los cazadores a pasar el invierno.

El libro se centra en el arte de los inuit y principalmente en el comercio de éste. Es necesario señalar el comercio de tallas inuit que comienza a desarrollarse gracias a la intervención del autor ante la Liga Canadiense de Artes Aplicadas, una organización sin ánimo de lucro que acuerda con la Compañía de la Bahía de Hudson un sistema de recibos por el cual Houston podía escribir la cantidad que se debía entregar por la talla al artista, quien podía a su vez, comprar por el valor del recibo en cualquier puesto de la Compañía. 

Aquella gente se acostumbró a comerciar con las esculturas y a obtener honestamente los bienes que les reportaban. Esto constituía un nuevo modelo económico. Aun así, no sabían qué era el dinero, no le veían utilidad ninguna. La forma de comercio, por ejemplo en el ámbito del arte, era cambiar una forma de arte (una talla) por otra cosa, es decir, el trueque.

James Houston señala en el libro como una de las actividades más importantes de la organización económica y también de ocio, la caza de las morsas. Para ello utilizan los rifles, con los que les disparan a la cabeza.

Respecto al consumo: la comida tradicional es el pescado crudo, limpiado previamente, que se corta transversalmente. También comen carne, sobre todo de caribú, pues principalmente son cazadores. Otras comidas usuales son galletas cuadradas y latas de carne de vaca.

Si han tenido suerte y son habilidosos en la caza de pájaros, pueden comer perdices nivales, gaviotas argentinas o en el caso de la pesca, truchas de lago. Nunca comen fruta ni verdura y los huevos de éider son escasos, aun así, son gente fuerte y saludable. Como aderezo tienen la sangre de foca recién matada llevada a hervor.

Con respecto a la personalidad de este pueblo, son tan amigables que, según cuenta el autor, cuando llegó y entró en una de las tiendas, uno de los presentes le pasó un brazo por los hombros y otro hizo lo mismo desde el otro lado. Son gente hospitalaria.

En referencia a las viviendas, sus tiendas son ovaladas, aunque también construyen iglúes. Los iglúes más grandes disponen de porches que impiden la entrada de ráfagas de viento, otro para almacenar la carne, uno de entrada y además, una ventana de hielo. 

En cuanto a la convivencia en el campamento, compartir es una palabra muy importante para los inuit. Hacer algo por uno mismo no está visto como un comportamiento adecuado y si uno de los habitantes triunfa, todos deben hacerlo. El Ártico es un lugar de recogimiento, las personas y las familias aunque vivan a gran distancia, se consideran amigos íntimos, integrantes de una gran familia que va a compartir todo.

Sus normas de cortesía son diferentes. Un inuit no tiene por qué llamar a la puerta, simplemente puede pasar a la casa y una vez dentro, resoplar o toser para anunciar su presencia. Otra costumbre es la de caminar en fila, no en el sentido estricto, pero sí al menos no al lado de la otra persona. Aunque pudiera parecer curioso, en realidad el sentido es totalmente práctico, por cuanto que al andar a través del hielo fino, éste se puede romper por el excesivo peso.

De gran relevancia en sus vidas son los perros. Éstos no son mascotas, pues una manada de perros que esté furiosa se lanzará sobre una persona que se haya caído y podrá, incluso, matarla. 

En cuestión de matrimonio, los inuit no tienen restricciones sexuales de ningún tipo. Aunque los misioneros trataron de imponérselas, han tenido el mismo éxito que el que tienen en nuestra civilización. Los adolescentes pueden huir y ocultarse juntos, tienen total libertad para hacer lo que quieran con el resto de jóvenes. El sexo no supone ningún problema.

Acerca de la vestimenta, podemos decir que esta comunidad se caracteriza por que hombres y mujeres, jóvenes y viejos, todos van vestidos con botas de piel de foca, hasta las rodillas, pantalones de caribú y calcetines de lana gruesa. Cuando salen al exterior suelen llevar parkas de lona, una tela parecida a la de sus tiendas y guantes de piel de foca.

En cuanto a su cultura, de los mitos y leyendas inuit puede decirse que son historias cortas y dramáticas. Hablan de las maravillas de las islas del mar, del cielo o del nacimiento, del amor, de la vejez, de la caza y reparto de la carne, de la poligamia, de la violación, del asesinato, de la muerte… 

Por otra parte, los sueños desempeñan un papel importante en sus vidas y por ello, se han esforzado siempre en interpretarlos. Por ejemplo, los sueños con osos blancos tienen connotaciones sexuales, los de comadrejas sugieren problemas y en los que aparecen pájaros se predicen tormentas. Cabe señalar que creen que el sueño (dormir) es algo similar a la muerte y por tanto, los durmientes no deben ser molestados.

La religión que ha persistido es la chamanística. Es una religión sin sacerdocio, sin palabra escrita, sin jefe de la Iglesia, sin capillas ni cepillos. Esta religión se basa en que una persona enseña su arte a un aprendiz y gracias a ello, perdurará y servirá a las futuras generaciones para seguir manteniendo su contenido. 

Los enterramientos son en la superficie. Los inuit construyen las tumbas apilando piedras pesadas que cubren el cuerpo. Las piedras mantienen alejados a los animales y hacen que el cuerpo se hunda, ya que estas comunidades creen que un cuerpo que esté bien enterrado no podrá levantarse ni caminar para aterrorizar a nadie.

Y esto es más o menos lo que cuenta el libro. Es verdad que me he extendido un poco, pero releyendo mi trabajo me he dado cuenta de detalles que en esta segunda lectura había pasado por alto. De todas formas, hará las delicias de los que les gusten estas narraciones de hechos reales en lugares inhóspitos y fascinantes de nuestro planeta como es en este caso, el Ártico.

La lectura del libro ha sido muy amena, no es el típico libro puramente científico que sólo se fija en los aspectos formales, en este caso de las diferentes sociedades. El modo de escribir del autor en forma de novela me ha proporcionado momentos gratos de historias personales y de costumbres curiosas. 

Es, por tanto, que lo recomiendo a los amantes de los relatos realistas de aventuras, de memorias que se adentran en el corazón de un pueblo y en general, a los que les gusta la antropología.

Un saludo y a leer, que hace frío.

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