miércoles, 31 de enero de 2018

Pierre Gonnord (fotografías)




PIERRE GONNORD. PIERRE GONNORD. Editorial LA FÁBRICA. 2012.

Buenos días, observadores rellenos.

Esta vez traigo un libro diferente. Aquí no hay nada que leer (bueno, sí, el prólogo de Juan Bonilla). Es un libro de fotografías.

Pierre Gonnord es un fotógrafo retratista francés del que me hablaron muy bien, porque sus fotografías son tan fidedignas que al mirarlas te sientes abrumado, intimidado y llegas a pensar que es imposible que no estén retocadas y que haya detalles que se hayan añadido y no existan en realidad.

El libro se divide en agrupaciones de retratos que están bajo el mismo título, en una especie de capítulos.

En cada foto nos encontramos surcos en la piel. Costras de heridas y cicatrices. Manchas y verrugas. Piercings. Tatuajes mal hechos, seguramente en la cárcel.

Vemos rastas. Algunos de estos chicos que las llevan nos recuerdan a los neanthertales.  A veces, las personas no tienen nada de pelo, ni en las cejas. Grandes barbas.

Caras tiznadas, recién salidas del trabajo, un trabajo duro, supongo, donde la ropa también está sucia. La tizne a veces parece maquillaje, solo alrededor de los ojos. 

Son personas de diferentes nacionalidades. Asiáticos: chinos, japoneses, indios. Gitanos españoles muy parecidos algunos a Camarón, árabes, negros, los que a mí me  han parecido italianos, portugueses, Amish, campesinos, de Europa del Este, judíos (por la kipá) y jóvenes bien vestidos quizás europeos.

La edades son diversas: jóvenes, cuarentones, cincuentones, más mayores que estos y ancianos... Hay mujeres ancianas con bigote. Rostros infantiles angelicales, una chica pelirroja y una niña asiática albina.

Joan que parece Jesucristo. Ciegos, como Abel con las uñas sucias y los ojos blanquecinos, o Valérien que parece un fraile santo, solo le falta el halo. Salima, también ciega, tiene los ojos estrábicos, pero su esencia desprende elegancia. Kyril está en los huesos. Una señora con la cabeza tapada con un pañuelo que se parece a Stella Reynolds de La que se avecina, mucho más comedida, eso sí.

El grupo social representado es el de personas marginadas o de un grupo en riesgo de exclusión social.

Fotografías atemporales, que podrían encuadrarse en cualquier época, sin ambientes, con fondo negro por lo que no sabemos dónde se encuentran los retratados.

Los colores son oscuros, con contrastes entre luces y sombras como los cuadros de Caravaggio.

En cuanto a los detalles de los retratos, si nos paramos a observar, las miradas en general parecen tristes o resignadas, algunas indiferentes, otras interesadas por el que está al otro lado, ya sea el retratista en el pasado o el observador en el presente. Bocas casi haciendo un puchero.

Algunas caras parecidas a caricaturas. Hinchadas algunas y/o con muchas ojeras. Con nombres propios para que, como dice Juan Bonilla en el prólogo, tengan identidad e intimidad, esa que les da la cámara de Gonnord que quiere hacer algo único de esos rostros de personas. Quiere crear sus propios personajes y los enfoca de tal manera que el observador, el que admira la foto, se siente intimidado por esas miradas que esbozan la posible personalidad del retratado, pero que en el fondo es la proyección del que lo capta con la cámara.

En resumen, un libro digno de admirar. Los retratos son espectaculares. Si le dedicas una hora de tu tiempo y te paras a contemplar estos rostros, te sientes espectador en directo, interlocutor con el retratado porque parece que está delante de ti, de tan fieles y poderosamente atrayentes que son las fotografías.

Sin duda, lo recomiendo, así como recomiendo de vez en cuando descansar los ojos de la lectura y regalarles imágenes como estas.

Un saludo

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