jueves, 16 de noviembre de 2017

Konets de César Pérez Gellida


KONETS. CÉSAR PÉREZ GELLIDA. Editorial Suma de Letras. 2017.

Hola, rellenos.

Ha llegado el final. El final de la "octología" con la que nos ha deleitado estos años el vallisoletano. Gellida sale por la puerta grande trazando el destino de todos los personajes que aún andaban vivos.

Podríamos decir que es también la continuación y cierre de Khimera porque se desarrolla durante los mismos años: de 2030 a 2054 y nos encontramos con los mismos personajes.

Entre ellos, Olek Opiozcenek, el hijo de Augusto Ledesma. A lo largo del libro vemos su evolución como persona y como profesional de la informática, más concretamente, de lo que se llama en el libro, el metaverso, el mundo virtual.

En estos años, las tecnologías se han convertido en algo imprescindible en el mundo. Tal y como aparece en Khimera, todas las personas tienen una UAT que es como una especie de smartphone mucho más inteligente, que se lleva en la muñeca y del que prácticamente depende tu vida y es por lo que te pueden localizar y saber todo de ti, porque está conectado al metaverso.

En el transcurso de la novela hay saltos temporales. Nos lleva desde el reclutamiento de Olek en 2030 para el Khimera Proyeckta, pasa por la destrucción de la estación de Lukomorie hasta llegar a finales del año 2054 cuando la ambición de Olek y otros eventos importantes a nivel mundial conllevan graves consecuencias.

Durante el transcurso de la historia, el hilo conductor siempre será el Khimera Proyeckta y será Erika Lopategui la encargada de dirigir este proyecto y de que se cumpla.

¿Quiénes de los personajes habituales, tales como Ramiro Sancho, aparecerán? ¿Qué habrá sido de ellos? Os dejo que lo descubráis.

El konets ("fin" en ruso) del final es el que tenía que ser, es decir, el que Gellida ha querido y ha sabido hilar muy bien para que ningún personaje quedase huérfano. Todos tienen su destino, unos más felices que otros.

Pero no quiero desvelar nada más. Es una obra cumbre de Gellida que tenéis que leer.

Aunque a mí la ciencia ficción no me gusta mucho, tengo que reconocer que la historia que comenzó con Khimera es muy amena. Las sorpresas que nos da el autor con los movimientos que realiza cada personaje, cual tablero de ajedrez, son tan imprevistos a la par que inteligentes, que la espera hasta el próximo fragmento en el que continúa el anterior conmina al lector a pasar con voracidad las páginas.

Tengo que decir que solo el hecho de que aparezcan los personajes de Gellida a los que tanto cariño les he cogido en el transcurso de estos ocho libros, hace de Konets el colofón majestuoso de una escritura que comenzó con Memento mori.

No puedo evitar ponerme melancólica, hoy que cierro (por ahora, ojo, que Gellida tiene proyecto para 2018), esta etapa gellidista que tan buenos momentos me ha hecho pasar.

Y es que con Memento mori se estrenó en el mundo literario español uno de los pocos autores que consiguió que me metiera de lleno en su libro. Su primera novela consiguió que recorriese los escenarios por los que pasaban Augusto, Orestes, Sancho, Erika, Carapocha, etc, sitos en Valladolid.

Conocí esta ciudad a fondo en 2013 cuando lo leí, a pesar de que había llegado unos meses antes, en 2013. Entré en ese estanco de la calle Mota, donde en la ficción se instala un dispositivo para atrapar a Augusto, y con mucho autocontrol conseguí no decirle al estanquero que allí era donde estaban esperando a Augusto a que comprase tabaco en los libros del autor César Pérez Gellida, su paisano. O mi visita por primera vez al parque Ribera de Castilla, esperando encontrarme un cadáver por allí.

Fueron tantas las emociones subiendo la cuesta del doctor Villacián y la calle Hernando de Acuña en el barrio de Parquesol, donde vivía Ramiro, mi pelirrojo favorito (hay que joderse). Barrio en el que actualmente vivo y que siempre me recuerda a él.

Cuánta afinidad con Ólafur Olafsson. La jauría de este personaje y su historia lo convirtieron en casi mi padre. Su trayectoria, su fuerza, su lucha y su inteligencia conformaban el doble de una persona muy importante en mi vida. Por la que hemos luchado tanto y de la que me siento orgullosa. Como seguro que se siente Gellida del inspector islandés, una de sus mejores creaciones.

Por todo esto y porque hay que darle una oportunidad a todo autor que quiera regalarnos lo que su mente ha creado con el afán de llegar e influir en quienes lo lean, os recomiendo no este, sino todos los libros de César.

Konets pertenece a una serie de libros casi independientes y aunque conviene leerlos en orden, a excepción de Khimera y este, se pueden disfrutar por separado.

Si quieres ser partícipe de estas tramas negras, de misterio, de órdenes medievales que ocultan secretos, de claves que descifrar, de un mundo futuro devastado y reconstruido... emprende la aventura de la mano de Augusto, Orestes, Erika, Sancho, Carapocha y los demás.

Ojalá este no sea el fin definitivo y algún día nos volvamos a topar con alguno de estos seres tan únicos que han sido partícipes de una historia igualmente única.

Un saludo, rellenos.

8 comentarios :

  1. ¡Qué reseña más emotiva!
    Seguro que nos volvemos a topar con esos personajes, César no nos puede dejar sin ellos y arrancárnoslos de cuajo.
    Besotes.

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    1. Gracias Montse. Quería escribir algo especial para este fin. Que espero que no sea fin definitivo.

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  2. Muy buena reseña! Viviendo en el barrio de sancho,tu si q nunca vas a olvidar el universo gellida,hay q joderse! Jajajaj

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    1. Sí, va a ser difícil. Siempre me quedarán los sitios y mis recuerdos de los libros.

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  3. Me ha gustado mucho tu reseña Judith, como dice Montse más arriba, cuesta pensar que Gellida nos deje sin éstos personajes para siempre, nos leemos, un beso!!

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  4. Seguro que alguno aparecerá o por lo menos, eso espero. A mí también me ha gustado mucho la reseña y también estoy un poco melancólica por el fin de esta serie.
    ¡Besos!

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    1. Según he escuchado en una entrevista que le ha hecho El búho entre libros en su canal, Gellida dice que tiene una novela muy muy negra para noviembre de 2018. Uff. Queda mucho.

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