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jueves, 13 de octubre de 2022

Abejas grises de Andréi Kurkov

 




ABEJAS GRISES. ANDRÉI KURKOV. Editorial Alfaguara. 2022.

Buenos días a todos.

La reseña de hoy es de un libro cuya historia es muy cercana a la actualidad. La actualidad de la guerra de Ucrania.

En esta novela nos situamos en 2017 o así, después de que en 2014 se recrudeciera el conflicto entre Ucrania y Rusia por los territorios del Donbás.

Sergueich es un apicultor que vive en Malaia Starogradovka, un pueblo que tras empezar las batallas entre los dos ejércitos en esa zona, se queda con apenas dos habitantes: el propio Sergueich y Pashka, un enemigo de la infancia al que tiene que tolerar porque es su único vecino.

El apicultor siente devoción por sus abejas. Tiene seis colmenas y en el invierno, estas hibernan pero con la llegada de la primavera salen y comienzan a polinizar para fabricar la miel.

Nuestro protagonista vive en la más absoluta soledad desde que su exmujer y su hija se fueran a vivir a una ciudad más grande y lejos de esa zona gris que parece no pertenecer a nadie y que es pasto de la lucha. Su enemigo y él se hacen visitas mutuas y a veces, Sergueich también recibe en su casa a Petro, un soldado ucraniano que a parte de regalos, le carga el móvil en su campamento, pues el lugar se ha quedado sin electricidad. Es por ello que el buen hombre tiene que calentarse en casa con una especie de estufa llamada salamandra, la cual alimenta con carbón.

Con una iglesia derruida, sin luz, sin tiendas y grandes extensiones de campo nevado, los dos hombres poco pueden hacer en el pueblo excepto observar el paisaje, esperar a los soldados que pasan y oír los bombardeos en la lejanía. 

Estos cada vez se oyen más fuerte y más cerca y como la primavera está cerca, Sergueich necesita alejar a sus abejas de esos fuertes ruidos que las asustan para que puedan salir al campo a las flores.

Por ello decide coger su Lada y su remolque, cargar las seis colmenas y emigrar para el verano a zonas donde no exista la guerra. El camino es tortuoso por la gran cantidad de controles que tiene que pasar y lo lleva hasta un pueblo en el que se instala, cerca, en una especie de bosque. En el mismo pueblo conoce en una tienda a Galia, con quien entabla algo más que una amistad. Ella le proporciona comida y amor y durante algunas semanas Sergueich y sus abejas viven tranquilos en ese refugio que supone el bosque donde planta su tienda de campaña y sus colmenas.

Hasta que un incidente lo obliga de nuevo a marcharse y probar suerte en Crimea, de donde es otro apicultor al que conoció en una convención. Hacia allí se encamina y de nuevo la burocracia y las aduanas convierten el viaje en una especie de odisea en la que tiene que parar constantemente a enseñar documentación y lo que carga en el coche y el remolque.

Cuando llega a la península en la que hay muchos tártaros, su amigo Ajtem incluido, él está ausente. Fue raptado y Sergueich solo se encuentra a su mujer y sus hijos.

Allí vivirá otras semanas, siempre procurando el mejor cuidado a sus abejas y recogiendo la miel de estas para venderla o intercambiarla. De nuevo más problemas y el final de agosto lo empujan esta vez a volver a casa.

Esta es una novela muy realista, entrañable y a veces enternecedora por la inocencia y la ingenuidad del protagonista. Pero también es cruel, injusta, no en sí misma, sino por los efectos de la guerra.

El odio, la crueldad, la devastación, la inhumanidad, la rigidez, la venganza... aunque también la bondad, el amor, la generosidad, la paciencia y la resiliencia están muy presentes.

Estas letras nos ayudan a entender la guerra actual, que proviene de esa eterna batalla por unos territorios y una hegemonía de los que ningún bando está dispuesto a prescindir.

Un libro que a mí me ha emocionado por la sencillez con la que muestra una guerra a través de unos ojos inocentes que sólo pugnan por sobrevivir y por cuidar de sus abejas, de las cuales algunas parecen haberse vuelto grises como esa zona en la que vive.

Un autor que recomiendo, este y Muerte con pingüino son dos de sus libros y sin duda, son inmejorables.

Un saludo.

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