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JUEGOS DE CLOACA. JON ARRETXE. Editorial Erein. 2015.
Buen viernes a todos.
Para acabar la semana traigo la cuarta parte del detective Touré. Un gran amigo, ya desde que lo conociéramos en 19 cámaras.
Esas son las cámaras que en el barrio de San Francisco de Bilbao captan a Touré como un indigente que vaga por las calles en busca de venganza por la muerte de su hija y su bebé. En una de las ocasiones en que el vigilante está atento al pobre hombre, este con un cuchillo apuñala a un sujeto que parece ser de la mafia nigeriana.
Así es como Mahamoud Touré es deportado a África, pero no a su país, Burkina Faso, sino a Malí. De allí al menos es su compañero de piso y amigo, Osmán, quien le aconseja buscar a un conocido suyo de confianza, Alou, que tiene un buen trabajo en la sociedad de autores del país y seguramente le dé alojamiento en su casa.
Alou, el albino, es un singular personaje con una familia muy extensa y muy buenos amigos y contactos en Bamako, la capital. Allí es donde reside con su mujer e hijos, que en ese momento no viven en su casa. En ella el buen hombre acoge a Touré hasta que pueda marcharse a Gorom-Gorom y darle la fatídica noticia de la muerte de Sira a su familia.
Mientras el amigo de Osmán le presenta a familiares y conocidos, los del burkinés desde Bilbao le llaman para avisarle de que unos mafiosos nigerianos andan preguntando por él. Por lo que sin saber hasta dónde llegan los tentáculos de esta mafia, tiene que extremar precauciones.
Comienza en este momento el periplo de nuestro amigo por las tierras africanas que dejó atrás y que de nuevo le muestran la corrupción y la miseria que albergan. También le recuerdan el sentido de compañerismo y solidaridad de sus paisanos y la idea de ser una comunidad en la que los amigos de otros son amigos propios.
Una serie de acontecimientos tuercen los planes y lo que se suponía que sería una estancia apacible, de modo que Touré se ve abocado a esconderse y a pedir ayuda para salir inmediatamente del país.
Con las mismas dosis de bondad, solidaridad, perseverancia, astucia y altruismo de las anteriores entregas, Jon Arretxe nos introduce en la cultura africana, diferente de la europea y en la que, aunque predomina la deshonestidad de las autoridades, se hace patente la generosidad de sus gentes y la lucha por la subsistencia.
Es en este libro donde vemos la otra cara de Touré, que ya comenzamos a vislumbrar en la tercera parte, quien ante la desesperación y la desolación, no tiene más remedio que atentar contra la vida de otros para poder sobrevivir al dolor emocional y a la amenaza contra su integridad física.
Encontramos un ligero retrato de la forma de vida de esos migrantes que, hasta que llegan al mísero barrio de San Francisco, han sufrido muchas penurias y abandonan sus lugares de origen igualmente repletos de pobres sin un futuro optimista.
Como en las otras ocasiones, recomiendo sinceramente la saga del detective Touré porque, aparte de ser entretenida y original, es un compendio de valores y una semblanza de las minorías que pueblan nuestro país y que están adquiriendo tanta relevancia en él.
Es una manera de conocer las necesidades y la cultura de estas personas y que seguramente, como ha sucedido en mi caso, nos insufla esa empatía y afinidad que todo humano requiere para ayudar a sus congéneres.
Feliz fin de semana y a leer, que son dos días.
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