Artículo de la página de Llum Quiñonero
Judith es una alumna de bachiller
en Mérida. Y esta es la historia que me contó.
3 enero, 2007 | Guardado en General, Mujer y Memoria Histórica, Testimonios: Mujeres que dan vida
Esta es la foto de Eulalia, bisabuela de Judith
Rodríguez Álvarez. A Judiht la conocí en noviembre en su instituto, cuando fui
a dar un pequeño taller sobre la Memoria Histórica. La mayor parte de los
jóvenes desconocen en gran medida las peripecias de sus padres o de sus abuelos
para sobrevivir. Pero Judhit ha recibido de su abuela algunos relatos de hechos
trascendentales para su vida y la de sus descendientes. Esta es la nota que
Judhit me envía con la primera foto:
Bueno yo soy una alumna del I.E.S Albarregas, al que
viniste en noviembre. Yo soy la que contó la minihistoria de mi abuela. El caso
es que dije que mi bisabuelo era maestro pero en realidad era ayudante en el
ayuntamiento. He cometido este error porque creí haber escuchado a mi abuela
decirlo, pero en realidad no es que fuera maestro, sino que cuando venía a
Aljucén (Badajoz) enseñaba a los niños voluntariamente. Mi bisabuelo además era
propietario de unos molinos cerca de Las Labores (Ciudad Real). Cuando triunfó
la dictadura de Franco tuvo que entregar todas las escrituras y se quedó sin
nada.
Hace poco encontré unas fotos muy antiguas en las que aparecen los hermanos de
mi abuela con fusiles. Eran Republicanos. Tuvieron que pasar muchos días
escondidos en lo alto de un árbol. Y otras tantas fotos de mi bisabuela con su
mandil, su moño… Pero lo que más me ha impactado ha sido encontrarme con una
foto de mi tatarabuelo (el padre de mi bisabuelo) vestido con un traje y camisa
y también me ha sorprendido encontrarme las fotos en tan buen estado. Es un gusto
que mi abuela haya guardado todas esas fotos porque de forma indirecta he
conocido a muchos de mis antepasados. Con este e-mail te mando la foto de mi
bisabuela que se llamaba Eulalia. A ella le raparon la cabeza y la metieron en
la cárcel.
En
enero de 2007, Llum Quiñonero, periodista,
activista y política española, vino a impartir a mi Instituto (ya ha llovido desde entonces)
un taller sobre la Memoria Histórica. Como yo conocía muy brevemente gracias a
mi abuela materna Paca lo que les sucedió a mis bisabuelos, Eulalia y Eusebio,
se lo conté para que hablara de ello en su blog. Si bien me invitó a enviarle
más fotos, con el paso del tiempo y la dejadez, solo llegué a enviarle una foto
de mi bisabuela Eulalia, la cual acompaña al artículo que aparece en el blog de
Llum y cuyo enlace os dejo más abajo.
Pero en estas líneas que dedica la autora a mis
bisabuelos, sólo se narran muy pocos hechos puntuales que sucedieron. Además,
la veracidad completa no la aseguro, pues fue algo que me contó mi abuela de
pasada y por lo que tengo entendido según otras fuentes, habría que matizarlos
e incluso rectificarlos.
Por eso, como digo, recurrí a una fuente más
fiable y que todavía vive, puesto que la memoria de mi abuela fallaba bastante
o tergiversaba sus recuerdos y ella ya falleció. Se trata de mi tío materno
Antonio, que incluso llegó a conocer a sus dos abuelos, algo de lo que no pudo
disfrutar mi madre por nacer mucho después de que ellos fallecieran.
Él, aparte de enterarse de la historia en una etapa en que la memoria de mi abuela estaba más fresca, también pudo
obtenerla directamente de las personas que la vivieron. Además, al ser el
narrador de la historia, llama a los hermanos de mi abuela “titos.” De ahí que
a lo largo de mi narración vayáis descubriendo sus identidades como “tito
Fulanito.”
La figura que resaltaba entre todas fue mi
bisabuelo: Eusebio Alfonso Borreguero Sánchez. Era hijo de una familia de
Mirandilla, un pueblo situado en la provincia de Badajoz.
Mi bisabuelo Eusebio
Mi bisabuela Eulalia era de familia adinerada y poseía muchas tierras en Aljucén (un pueblo cerca de Mérida). A una de las fincas, muy grande, la llamaban "Meriendas perdías." Tenía dos
hermanos y un hermanastro. La madre de Eulalia, después de haber tenido con su primer
marido a esta, a Cándido y a Isabel en Aljucén, se casó
en segundas nupcias con “El Cordero” que era de Calamonte (otro pueblo cercano
a Mérida). Tuvo un hijo con él allí, “Kiko Corderito.”
En aquel entonces los makis se fueron a
esconder a una sierra cercana a Calamonte llamada de San Serván. La madre de
Eulalia y su padrastro, “el Cordero,” les llevaban comida a esta gente, pero
por un chivatazo, tanto los falangistas como la Guardia Civil se enteraron y
acudieron a su casa.
A “El Cordero” lo fusilaron, pero la madre de mi bisabuela consiguió
esconderse en el pajar. Allí había albarda y cuerda y agujas de medio metro
para coserla (se utilizaba para las sillas de los burros). Con una de estas
agujas le atravesaron el corazón a la buena mujer.
Si volvemos a Mirandilla con los padres de mi
bisabuelo Eusebio, estos se dedicaban a la
agricultura, pero sobre todo al negocio del carbón. Este trabajo era
itinerante y en verano iban a las fincas que había en la Sierra de Carija
(cercanas a la capital, Mérida) y con los troncos hacían carboneras y
piconeras. Durante esta estación vivían en chozos de pastor y cuando acababa
la temporada volvían a Mirandilla con las bestias cargando el carbón.
En invierno y primavera el picón (carbón que
procede de olivos y encinas) que obtenían, cargado en los burros, lo vendían en
Mérida y en los pueblos de alrededor. Curiosamente, el método de medida para la
venta era una lata. Pero no una lata normal, sino abollada. Esto, como muchos
habrán ya pensado, era una buena treta para que en la lata cupiese menos
carbón.
Mientras, al joven Eusebio le diagnosticaron un
tumor en la rodilla y aunque lo superó, la pierna se le quedó rígida, por lo
que arrastró una cojera durante toda su vida. De ahí que su padre le dijese que
no valía para el campo ni para la carbonera.
Es por eso que el muchacho decidió estudiar,
pero se le cruzó en el camino el oficio de zapatero, gracias al cual fabricaba
y reparaba calzado. Y así continuó hasta que su idea constante de llegar a tener una buena educación cobró forma e ingresó en la Universidad que había en Badajoz.
Se trasladaba allí en tren desde Mérida, hasta donde llegaba a
lomos de un burro desde el pueblo.
Una vez Licenciado en lo que más o menos sería
Gestión y Administración Pública, continúa en el gremio de zapateros hasta que
empieza a trabajar en el Ayuntamiento de Mérida ejerciendo como secretario del
alcalde.
Fue destinado a varios puntos de la geografía
española, no muy lejos de Extremadura: Las Labores de San Juan (pueblo situado en la
provincia de Ciudad Real donde nació su hija, mi abuela Paca); y otro pueblo, Calzada de Calatrava, también de la misma provincia; Salvaleón (Badajoz); Arroyomolinos (Cáceres); y
Mérida capital.
Estos cargos los ejerció durante la República. Fue destinado a Salvaleón y Arroyomolinos como castigo después de salir de la cárcel, pues estos eran pueblos de 3ª categoría, pequeños y poco importantes.
Lo que aconteció durante la Guerra Civil está
narrado de forma sucinta en el artículo de Llum pero aquí hago un breve resumen
y algunas correcciones de lo que yo conozco y que le conté a ella.
Mis bisabuelos Eusebio y Eulalia fueron apresados por creerlos afines a la República y porque mi bisabuelo era
un intelectual. En la familia fueron cinco hijos y una hija: Eusebio, Cecilio,
Pepe, Aurelio, Paca y Fernando. Este último, al parecer, no había nacido
todavía y mi abuela Paca y Aurelio eran muy pequeños cuando ocurrió esto.
Los hermanos mayores, tito Eusebio y tito Cecilio,
fueron reclutados por el Ejército Rojo o de la República y en un álbum de mi abuela se conserva una foto de ellos con armas que se puede ver más abajo. El tito Eusebio fue capitán y Cecilio un
rango inferior a este (suboficial). Permanecieron varios meses en la montaña,
escondidos, subidos a los árboles y bajando solo para buscar comida.
Eusebio y Cecilio
Pepe, Aurelio y mi abuela no participaron en la
Guerra y estuvieron viviendo con la criada. Mientras, los bisabuelos estuvieron
en la cárcel. Mi abuela Paca contaba que con 11 años les llevaba comida.
También me relataba, aunque repito que no sé con qué grado de veracidad, que un
buen día alguien le avisó de que llevaban a sus padres en un camión para
fusilarlos. Por eso, ella fue a pedir ayuda a un señor próximo a las ideas
franquistas que conocía a su padre, para que interviniese y los bajaran del
camión. Al final, el hombre consiguió que volvieran a la cárcel, donde
estuvieron más tiempo, pero al menos podían contarlo.
La bisabuela Eulalia estuvo después de este
altercado en la cárcel de mujeres de Amorebieta (Vizcaya) durante tres años y
el bisabuelo Eusebio también tres años en Barcelona.
Durante su estancia en Ciudad Real, mi
bisabuelo adquirió ciertas propiedades, mi abuela hablaba incluso de molinos,
pero esto tampoco lo tengo muy claro. Asimismo, poseía la casa cuartel
de Aljucén. Antes de la dictadura era una casa de burgueses con nueve habitaciones. Luego Franco la convirtió en cuartel. Disponían incluso de servicio doméstico, como ya he mencionado
antes. Pero con la llegada de la dictadura y como expresidiario, se vio con las
manos vacías. Todos los bienes inmuebles se los habían expropiado. Y es que él,
como intelectual y rojo (al menos sus hijos), era uno de los enemigos de Franco
que debía ser desposeído de todo cuanto tuviera antes de la Guerra.
Ante esta situación y una vez que regresó a
Extremadura, empezó a dar clases en Mérida. En una casa que alquilaron en las Casas del Tío Tobías, una urbanización al lado del actual barrio San Antonio, de la que quedan una o dos casas todavía cerca del Puente Nuevo, donde los precios eran más bajos por la curiosa historia
del lugar. Justo enfrente viven actualmente mis padres.
El barrio de San Antonio y las Casas del Tío Tobías están situados casi a
orillas del río Guadiana, justo al lado del puente romano que lo atraviesa. En
tiempos en que la presa de Alange (otro pueblo cercano) no estaba aún
construida, porque no había comenzado aún el afán constructor de presas y
pantanos del caudillo, ese lugar se anegaba con la crecida del río. Por eso le
llamaban “el barrio Bizcocho.”
Chozos del Barrio Bizcocho
Cuando esto ocurría, evacuaban a los ciudadanos
a la Plaza de Toros de la ciudad, pero los bisabuelos se iban a casa de su hijo
Cecilio. Este tenía una casa en la calle Morerías. Una calle céntrica y una de
tantas en las que se encontraron valiosos restos romanos. Allí vivía con su
mujer y sus hijos. La vivienda, al ser de dos plantas, tenía espacio suficiente
incluso para albergar una familia inquilina arriba. Esto se debía a que el tito
Cecilio ostentaba un buen puesto dentro de una empresa constructora.
La casa de los bisabuelos en San Antonio,
en los momentos en que permanecía seca, tenía un pasillo con una cocina al fondo y las
habitaciones a cada lado. El combustible que utilizaban era petróleo que se quemaba en un infiernillo. Fuera de la casa el bisabuelo daba clases,
las cuales cobraba, con los muchachos sentados en banquetas de corcho. Allí
enseñó a mi tío Antonio que vivía con los bisabuelos en aquel
entonces.
Eusebio padre era muy inteligente, un hombre que
hablaba poco pero cuyas palabras eran muy sabias. Al ir a la Universidad, aprendió latín, idioma con el cual se comunicaba por correspondencia con su amigos, también estudiosos como él. Las copias de las cartas las ataba con cuerda y estos legajos los guardaba. Físicamente era bajo, con
cojera debido a la pierna tiesa, que nunca podía doblar.
Eulalia era muy bella (lo apreciaréis en la
foto), tenía un cabello negro, largo y liso que muchas veces recogía en un moño
y por alguna otra foto que he visto, llevaba un mandil. Eso sí, siempre de
negro. Y es que en los años de esas fotos parece ser que vestía de luto por la
muerte de su hijo Aurelio.
Sus hijos después de la Guerra siguieron con
su vida aunque dispersos por España.
El tito Eusebio estuvo en las minas de carbón
de Teruel. Allí vivía aquejado de una herida en la nalga que le infligieron en
la Guerra. Pero nunca pudo acudir al hospital puesto que lo habrían detenido, a
pesar de que se había casado con Lola, cuya familia era franquista y tenía
poder. Pero él no podía salir de casa. Así era la vida de los que no eran
afines al régimen.
Tal es así que tuvieron un hijo y murió. Junto
con su mujer, Eusebio acudió al cura para celebrar el funeral y este les dijo
que él no enterraba a hijos de rojos. Tuvo que fabricar incluso él mismo el
ataúd de madera. Tras muchos años huyendo, consiguió establecerse de nuevo en
Extremadura. Allí trabajó junto a Cecilio.
El tito Cecilio conoció a Alicia, también de
familia franquista como la mujer de su hermano mayor. Volvió como él a
Extremadura. Comenzó a trabajar en Elma, una empresa
constructora, como ejecutivo. Allí continuó hasta su jubilación y siempre fue
miembro del Comité Ejecutivo.
En Badajoz trabajó como jefe de obras en la Red
de Construcción de canales de riego de las Vegas Bajas del Guadiana. Que, junto
a la creación de numerosos pueblos pacenses, formaba parte de un proyecto
franquista de colonización llamado “Plan Badajoz" del cual, aparte de Elma,
también se encargaba otra empresa constructora, Agroman. Podemos ver vestigios
en los nombres de algunos pueblos que aparecieron en esa época, como Guadiana
del Caudillo.
En Elma, Cecilio “enchufó” a sus hermanos. El
tito Eusebio fue conductor de camiones y el tito Pepe trabajaba en las oficinas
de las centrales de Montijo como jefe. Tuvieron otros destinos como Valencia, Tudela
(Navarra) o el País Vasco. También lugares tan lejanos como el El Aaiún en el
Sáhara, donde Cecilio como director de obras y Pepe trabajaron en la
construcción del aeropuerto. Actualmente es el aeropuerto de Dakhla.
Tito Eusebio
Volvían a ver a la familia a Mérida cada seis
meses. En aquel momento, ya habían cesado las persecuciones que se venían
llevando a cabo desde la Guerra a los rojos.
El tito Aurelio, el más pequeño hasta que nació
Fernando después de la Guerra, trabajaba en un taller de bicis en Calamonte,
donde se quedaba en casa de su hermana y su cuñado Mateo (mis abuelos).
Tito Aurelio
Un día, de camino a Mérida en bici, un
camión que salía de un polígono industrial lo arrolló y le hizo una herida en
la cabeza. Como era diabético, esta se gangrenó y murió a los 27 años (de ahí
el luto de mi bisabuela). Fue enterrado en el panteón familiar que compró ella
en Mérida.
Allí descansan también los bisabuelos, de los
cuales la primera en fallecer fue la bisabuela Eulalia, después el bisabuelo
Eusebio, mi abuelo Mateo, mi tita Lali y mi abuela Paca. En este panteón también
se espera que acabemos el resto de la familia.
Después de que Eulalia volviera de la cárcel,
nació el tito Fernando, afectado por síndrome de Down. Los bisabuelos
compraron, después de morir Aurelio, un terreno en el barrio de San Juan,
también en Mérida. En el álbum se conservan fotos de cuando el barrio aún tenía
las calles sin asfaltar y estaban llenas de tierra y barro cuando llovía.
Fernando y Aurelio
Primero construyeron la nave delantera. En esta
casa vivían el matrimonio de mis bisabuelos y el tito Fernando. Un día, en verano, mientras
comían en la mesa del pasillo, Eulalia se desplomó con la cabeza en el plato.
No la pudieron reanimar. Seguramente murió de un infarto.
Según cuenta mi tío Antonio, mi abuela Paca, su
madre, bastante propensa a los conflictos y que carecía de buena salud mental,
estaba enfadada con mi bisabuela y así seguían cuando ella murió ese verano. Al
parecer, mi bisabuela también era una persona muy nerviosa y con mucho
carácter, por lo que madre e hija andaban a menudo a la gresca.
Cuando Eulalia murió tenía 64 años. Eusebio,
después de esto, se fue a vivir junto a su hija y su marido (mi abuelo Mateo), mi tío Antonio y mi tía Lali a Mérida, en el barrio San Juan. Antes de esto mis abuelos residían en Calamonte.
Como
tenía problemas en la vista, después de la muerte de su mujer, le acompañaba
andando a cobrar la paga al Ayuntamiento de Mérida mi tío Antonio. Al llegar allí, vestido siempre de negro de
luto por el hijo (y después, por su mujer) saludaba a los conocidos y recogía
el sobre con el dinero.
Posteriormente a su muerte, mis abuelos, Paca y
Mateo y el tito Fernando emigraron al País Vasco. Primero estuvieron en
Donosti, donde nació mi madre, Aurelia, en honor a su tito Aurelio, aunque
siempre la llaman Leli. Como nació en 1965, se lleva con sus hermanos, Antonio
y Lali, catorce y trece años, respectivamente.
Mi madre Leli
Después, comenzaron a vivir en Ondarroa, un
pueblo de la provincia de Vizcaya donde mi abuelo trabajaba como marinero en el
Talai Mendi. Mis tíos Antonio y Lali también se casaron, tuvieron hijos y
vivieron allí. El tito Fernando murió durante esta época y allí se enterró. A pesar
de que mi abuela quiso trasladarlo a la tumba emeritense, por un descuido los
huesos fueron llevados al osario y no se pudieron recuperar.
Mi tía Lali
Mi madre trabajaba en la fábrica de conservas
Ortiz y mi abuela se quedaba en casa con el tito. Ella y mi madre se iban a
hacer ganchillo al paseo marítimo. Mi abuelo a veces no volvía hasta después de
seis meses, sobre todo si el barco faenaba en el Gran Sol.
Mi abuela Paca y mi abuelo Mateo
La abuela Paca y el tito Fernando
Mi tío Antonio llegó a estar en EE.UU. mientras
hacía la mili. Estuvo en la marina norteamericana. Al principio fue a El Ferrol y desde allí lo enviaron a Cartagena a una escuela de submarinos donde estudió para ser timonel señalero. Como fue tercero en su promoción pudo elegir varios destinos y aunque eligió en primer lugar la Capitanía General de la Marina en El Ferrol, ya habían destinado a otra persona por enchufe y se tuvo que ir al segundo destino: la 21ª escuadrilla de dragaminas Sil y transporte de ataque de la Armada Española en la estación naval de La Graña, también en Galicia. Después de algunos días, en el Hospital naval militar de El Ferrol le hicieron reconocimientos y le dijeron que se iría a EE.UU. Embarcó en Cádiz y estuvo once días en un barco hasta que llegó a Norfolk (Virginia).
Allí estuvo en la Naval Amphibious Base Little Creek, situada en Little Creek, Virginia, a bordo del buque de guerra USS San Marcos.
Mi tío Antonio
Carné de la marina norteamericana de mi tío Antonio, destinado en la base de Little Creek
En 1984 mis abuelos y mi madre con unos 20
años, volvieron a Mérida, donde se fueron a vivir al barrio de San Juan.
El abuelo Mateo y la abuela Paca
Desde entonces nuestra vida ha cambiado mucho y
algunas de las personas que nombro en la historia y que todavía vivían al final
de ella, nos han dejado ya.
Mi hermano Eritz, yo, mi madre Leli y mi padre Juan
Yo y mi novio Pablo
Yo, por mi parte, la publico después de haber
hablado con mi tío en abril del año pasado durante el confinamiento. He tardado
mucho supongo que por pereza, pero un hecho importante en mi vida me ha hecho
reflexionar y como la vida son dos días, quiero dejar constancia de ella antes
de que se quede en el olvido.
Finalmente, quería agradecer a mi tío, a mi
abuela que En Paz Descanse y a mi madre, el haberme contado todo lo narrado
aquí. También le agradezco a mi madre las fotos del álbum que tenía mi abuela
en su casa y que ahora guarda en la nuestra.
Un saludo a todos.
A continuación, dejo el enlace en el que está
el artículo presentado al principio de la página de Llum Quiñonero.
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